Fotografía: Fran Gala @erfran72 |
Hace tanto tiempo que me condené a esta vida que ya ni
siquiera recuerdo el motivo. Me consumo en desaliento, encerrada a cal y canto
entre estas cuatro paredes que parecen estrecharse conforme pasan los días. No
me importa. La claustrofia no me afecta porque yo lo he decidido. He clausurado
ventanas con cemento de polvo de arena y lágrimas turbias. Las puertas están
cegadas con el mismo material. Todo hecho desde dentro, así no levanto sospechas.
Con ese mismo cemento me acoracé el corazón.
Todos los días, al alba, reviso las paredes palmo a palmo en
búsqueda de la grieta más nimia. Intento impedir que un resquicio de luz cometa
la osadía de rozarme sin permiso. Abro los ojos únicamente porque no hay ser
humano en el mundo capaz de vivir sin pestañear. Si por mí los mantendría cerrados día y noche. Pero es un reflejo involuntario, como respirar,
como los latidos.
Vivo atada de pies, manos y esperanzas. No me fío de mí
misma, porque sé que, si los suelto, cabe la posibilidad de que no pueda volver a
doblegarlos nunca más. Una vez los dejé libres y no volveré a repetirlo. La
nitidez del recuerdo me lacera los sentidos.
Aquel día el tiempo cambió y amenazaba tormenta. Los remolinos
se agolpaban alrededor de la casa ululando en mis oídos. El más insistente de
todos venció con fuerza un postigo. Y entraron el aire, la luz, las ganas, el
desvarío… Entre ellos, camuflado, te colaste tú. Venías disfrazado de brisa
liviana, de esas que alivian. Reventaste mi coraza con los iris encendidos.
Pero tu calor duró poco. Fue perdiendo fuerza y se consumió
en un lapsus de tiempo que se me antojó un suspiro. Así son los remolinos.
Llegan de golpe, marean, arrastran todo a su paso, cuando se marchan devastan
lo que ven en su camino.
Y volví a quedarme sola. De nuevo sola. Encerrada, con mis ganas y
envuelta en mi desvarío. Me bebí de trago los gritos de súplica e impedí que el
sol volviera a entrar.
Hace ya tanto tiempo que me condené a vivir así que ya ni
siquiera recuerdo el motivo…
Texto: Rosa Muro @pink_wall
Como duele... Verlo todo hecho añicos, duele mucho. Pero hay muchas cosas fuera que no duelen y por las que hay que abrir puertas y ventanas de par en par. Que entre el sol, el aire y las ganas, que mientras nos protegemos del dolor nos perdemos muchas cosas que merecen la pena.
ResponderEliminarLo bueno de lo malo es que lo bueno parece aún mejor. De todo se aprende, Asun. Y así valoramos lo que nos llega con ese sol, ese aire y esas ganas. Adiós al miedo, que es un esclavo! Gracias por comentar guapa!
EliminarLas armaduras , aunque pensemos nos inmunizan , se oxidan tarde o temprano.
Eliminar