lunes, 20 de enero de 2014

LA ASFIXIA

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Llegaste a mí como el oxígeno a un buceador en apuros. Como la primera gota de rocío a la flor suicida que decidió marchitarse al ponerse el sol. Apareciste y me cobijaste al abrigo de tus pestañas, que me abanicaban con un solo parpadeo y me aliviaban la asfixia en la que me mantenía sumida hasta entonces.

Nunca sentí la necesidad de preguntar de dónde venías, porque ya lo sabía. Procedías del otro lado de un arco iris de invierno. Ni siquiera en eso podías ser común. Viniste con una misión: remendarme las costuras que otros antes descosieron, con o sin intención. A mí me gusta pensar que lo hicieron de manera involuntaria.

La primera vez que te vi vestías una camisa blanca como los lirios. Olías a sábanas limpias tendidas al sol. Y a ilusión nueva. Viniste para templar mis noches y darle la vuelta a mi almohada por el lado frío en las madrugadas de estío.

Te marchaste de mí del mismo modo en que llegaste, de manera repentina pero de puntillas. Me dejaste huérfana de lirios. Se me reabrieron las costuras. Otra vez. Y la almohada volvió a sofocarme. Ahora tiene los dos lados ardientes por más vueltas que le dé.

Paso las madrugadas a los pies de tu balcón, esperando que, quizás, te des cuenta de que tomaste la decisión equivocada. Y el deseo de que te mueras por volver a abanicarme la asfixia me araña el pecho y se me aferra a los pulmones. Mientras tanto alzo la vista, con la esperanza vana de que enciendas una luz, de que me hagas una señal.  Y boqueo. Como un buceador en apuros. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall

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