Fotografía: Fran Gala @erfran72 |
Llegaste a mí como el oxígeno a un buceador en apuros. Como
la primera gota de rocío a la flor suicida que decidió marchitarse al ponerse
el sol. Apareciste y me cobijaste al abrigo de tus pestañas, que me abanicaban
con un solo parpadeo y me aliviaban la asfixia en la que me mantenía sumida
hasta entonces.
Nunca sentí la necesidad de preguntar de dónde venías,
porque ya lo sabía. Procedías del otro lado de un arco iris de invierno. Ni
siquiera en eso podías ser común. Viniste con una misión: remendarme las
costuras que otros antes descosieron, con o sin intención. A mí me gusta pensar
que lo hicieron de manera involuntaria.
La primera vez que te vi vestías una camisa blanca como los
lirios. Olías a sábanas limpias tendidas al sol. Y a ilusión nueva. Viniste
para templar mis noches y darle la vuelta a mi almohada por el lado frío en las
madrugadas de estío.
Te marchaste de mí del mismo modo en que llegaste, de manera
repentina pero de puntillas. Me dejaste huérfana de lirios. Se me reabrieron
las costuras. Otra vez. Y la almohada volvió a sofocarme. Ahora tiene los dos
lados ardientes por más vueltas que le dé.
Paso las madrugadas a los pies de tu balcón, esperando que, quizás,
te des cuenta de que tomaste la decisión equivocada. Y el deseo de que te mueras
por volver a abanicarme la asfixia me araña el pecho y se me aferra a los
pulmones. Mientras tanto alzo la vista, con la esperanza vana de que enciendas
una luz, de que me hagas una señal. Y boqueo.
Como un buceador en apuros.
Texto: Rosa Muro @pink_wall
No hay comentarios:
Publicar un comentario