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Fotografía: Fran Gala @erfran72 |
Lucía una piel perfecta, bronceada en su justa medida y los ojos rasgados enmarcados por pestañas infinitas. Tenía un cabello largo y ondulado con reflejos dorados impecables y unas piernas eternas que hacían suspirar a quienes en secreto soñaban con ella. Se aparecía etérea a ojos de quienes la miraban. Se esforzaba hasta el agotamiento para proyectar esa imagen.
Sentía un rechazo carente de lógica hacia la sencillez.
Pensaba que al presentarse ante los demás sin artificios sus defectos se
tornarían evidencias. Creía firmemente que al adornar su aspecto y su actitud
conseguía disfrazar inseguridades y miedos.
Pasaba horas enteras frente al espejo buscando imperfecciones
que sólo vivían en su imaginación. Se preocupaba por arrugas todavía
inexistentes y olvidaba que el surco que formaba su sonrisa poseía más atractivo que cualquier lápiz de
labios de precio inconfesable. Su propio reflejo sólo le devolvía una sonrisa
congelada.
Llenaba de barroquismo sentimental el gran vacío que se
negaba a admitir que sentía. Cuanto más retorcidas eran sus relaciones más se
aferraba a ellas. Su mala suerte crecía en la misma proporción en que
maquillaba su vida. Tuvieron que esfumarse su belleza, su juventud y el marido
millonario con quien se casó pese a que no le hacía feliz. Tuvo que perderlo
todo para encontrarlo todo.
Una noche, al saberse sola, sin un céntimo y con la piel
ajada, se sentó frente al tocador. Comenzaron a brotar todas las lágrimas que
no se había permitido derramar en el pasado. Su rostro se escondía tras capas
de maquillaje que habían formado una máscara aparentemente imborrable con
el paso del tiempo. El llanto arrastró
toda aquella pintura de guerra. Para su sorpresa ante ella se mostró un rostro
sereno, surcado de pliegues, pero todavía hermoso.
Se le abrieron los ojos ya limpios
hasta vislumbrar la clave. Había librado una gran batalla contra la visión que
de sí misma tenían los demás. Una imagen enferma, distorsionada, que la
mantenía confundida y la convertía en pobre de espíritu. Le había costado más de siete décadas llegar a
una conclusión tan simple como certera: En la sencillez reside la belleza.
Texto: Rosa Muro @pink_wall
En la sencillez reside la belleza... Resumes en una simple frase todo lo anterior, Rosa. Encantadoramente encantardora.
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