Fotografía: Fran Gala @erfran72 |
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Me he enamorado.
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¡No me digas! ¿Y de quién?
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De un mago.
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¿Cómo un mago? Pero mago, ¿mago?
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Mago, ¡mago!
Un mago. De los de chistera negra
en la cabeza y palomas blancas en los bolsillos. De los que hacen desaparecer
pensamientos oscuros conviértendolos en océanos de luz . De los que vuelven a
unir lo que alguien antes deshizo, sin dejar la más mínima marca o cicatriz. De
esos que con un ¡abradacadabra! te hacen abrir los ojos como platos y te
dilatan las pupilas igual que cuando eras niña. Y te brillan los ojos como
entonces. Y no puedes parar de sonreír.
Es experto en escapismo. Para ser
exactos, se ha especializado en deshacer nudos. Su abuelo y su padre eran marineros.
Todos los nudos que hacían aquellos hombres en la mar los deshacía él al llegar
a casa. No importaba lo dificultosos o elaborados que pudieran llegar a ser. En
las redes, en las cuerdas de amarre, en los cordones de las botas… No se le
resistía ni uno solo.
Conmigo practica antes de cada
espectáculo. Es capaz de soltarme un nudo del estómago sin apenas esforzarse,
con dos susurros y un “te quiero”. Los de la garganta tampoco se le dan mal.
Aunque éstos últimos le resulta más sencillo hacerlos que deshacerlos. Y cada
noche desenreda la maraña de mi cabello a besos hasta acabar con todos los
nudos que me causa el desasosiego del día a día.
Ahora se encuentra sumido en un
proyecto que le obsesiona. Busca el truco de magia perfecto. Consiste en
desanudarme la vida entera y desnudarme por completo, ambas cosas a la vez, en el menor tiempo posible. Creo
que está a punto de conseguirlo. Pero no se lo voy a decir todavía.
Practiquemos un poco más.
Texto: Rosa Muro @pink_wall
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