lunes, 3 de noviembre de 2014

INVISIBLES

Fotografía: Fran Gala @erfran72




El amanecer despierta desesperanzado de nosotros. El alba ya no le echa ganas al mundo. Hace tiempo que no nos tiene fe. Los rayos de sol nos persiguen intentando acariciarnos la piel y casi siempre se quedan a las puertas de lograr templarnos. Nuestra prisa les esquiva y acaban finalmente dándose por vencidos. Se dan media vuelta cabizbajos y con los hombros encogidos. Nos dejan por imposibles, con la tez cetrina, sin brillo y la mirada opaca de sueños.

Corremos. Corremos intentando llegar a lugares que sabemos inalcanzables de antemano. Tenemos la certeza de que la perfección que anhelamos no existe. Y a sabiendas de todo esto nos aferramos a esa quimera. Nuestro afán nos envuelve en una necedad ciega que ni siquiera nos molesta. Rozamos los límites de la ridiculez y nos convertimos en seres absurdos y patéticos.

Escalamos cimas sin pararnos en los miradores a apreciar el paisaje. Empujamos a la cuneta a quienes creemos que nos puedan adelantar en la subida. Llegamos incluso a pisotear los  cuerpos sin vida de quienes se quedaron en el camino. Intentamos conquistar el fin del mundo cuando tan siquiera sabemos apreciar el regalo que supone el inicio de un nuevo día.  

Vivimos tan acelerados que nuestra esencia se desintegra. Nos acabamos desdibujando. No olemos, no sentimos, no palpamos. Perdemos la capacidad de ver a los demás. Nuestro propio reflejo se pierde. Somos invisibles.

Menos mal que la naturaleza, pese a su desesperanza hacia nosotros, es generosa y no se rinde. Nos sigue dando el voto de confianza que no deberíamos merecer. Por eso cada mañana vuelven los rayos de sol que parecían vencidos para darnos una nueva oportunidad. Quizás deberíamos probar a permanecer inmóviles y dejarnos templar. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall

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