lunes, 28 de octubre de 2013

HAY PERSONAS...

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Hay personas que irradian luz. Te envuelven con ella, te arropan, te aclaran las sombras. Irradian tanta luz que a veces incluso se transforma en calor que te calienta cuando se te enfría el corazón. O los pies. 

Hay personas que son lecciones de vida. Que han batallado contra molinos, gigantes y dragones de tres cabezas y no se han dejado vencer. Todo ello sin armadura, a pecho descubierto. Que atesoran cicatrices que dan ganas de acariciar. Pero la lucha les ha hecho aún más fuertes.

Hay personas que con un abrazo hacen magia porque consiguen parar el tiempo y hacerte volar. Chasquean los dedos y desaparecen los miedos, la oscuridad se hace día  y los monstruos no se atreven a salir de debajo de la cama.

Hay personas que con una mirada te hacen sentir especial. Te zambulles en sus ojos, que te arrastran y te hacen viajar a lugares increíbles que todavía no existen. Y entiendes de pronto que acabarán existiendo.

Hay personas que con un beso te quitan la venda que tú mismo te habías impuesto. Como hacen con los caballos cuando les tapan los ojos. ¿Tal vez para que no miren atrás? Estas personas te desanudan la venda con delicadeza, la doblan con cariño, se la guardan en el bolsillo trasero del pantalón. Y se aseguran de que a partir de ese momento no te pierdas ni un detalle de la vida. 

Es difícil encontrarlas. Tal vez casi imposible. Pero hay quien comenta que, muy de vez en cuando, y con un poco de suerte, puedas encontrar a todas esas personas a la vez. En una sola. Yo les creo.


Texto: Rosa Muro @pink_wall



lunes, 21 de octubre de 2013

ATADA A TI

Fotografía: Fran Gala @erfran72


Me pesan las piernas como si se hubieran convertido en plomo. Los brazos me hormiguean, me zumban los oídos y se me duermen las manos. El corazón no es corazón, es un martillo percutor. Puedo escuchar los latidos que me gritan desaforados. Se me va a salir del pecho. ¿Los corazones explotan? Me va a estallar aquí, en mitad de la calle, a la vista de desconocidos que me mirarán entre atónitos y horrorizados. Esto que siento no es miedo. Es terror. Con todas las letras. De ese que te hace pensar que no vas a salir de ésta, que ha llegado tu  momento, que  no lo vas a contar. Del que he sentido tantas veces.

He perdido la cuenta de los años que llevo atada a ti. Hay cuentas que dan saldo negativo incluso antes de empezar. Ésta nuestra sólo ha restado desde el primer día. Me ha restado juventud, ilusiones y proyectos. Me ha quitado las ganas de avanzar. Me limito a sobrevivir dando palos de ciego. Pero es horrible, porque veo. Mantengo los ojos abiertos de par en par día y noche. Una alerta permanente.  

Ya no duermo. No sé dormir. Se me ha olvidado cómo se hace y qué se siente cuando uno se levanta tras un sueño reparador. Soñar.. ¡Ay, soñar! Ni siquiera tengo sueños. Recuerdo que los tenía. Pero eso era al principio, cuando tú aún no te mostrabas tal y como eres en realidad. En mi duermevela sólo tengo pesadillas. No. Miento. Hace unos meses soñé. Fue un sueño maravilloso. Mi pequeño había nacido y lo acunaba en el porche, al arrullo de una noche templada de otoño. Había luciérnagas en el jardín. Mi pequeño. De haber nacido no habría sido tuyo. Jamás.

Maldita la hora en que apareciste en mi vida. Maldito este puente en el que me dejé atar a ti. Aquel gesto romántico: - “Escribe la fecha en el candado, cariño, que no se nos olvide nunca”-. ¿Olvidarlo? No existe preso en el mundo que olvide el día de su encierro. Recuerdo incluso el olor a óxido de otros candados ya antiguos y estropeados. Quiero pensar que esconderán historias felices. Sin golpes, sin miedo, sin condenas.

Se me paralizan las piernas. Avanzo tambaleante. Creerán que estoy bebida, o drogada, o yo que sé. Me agarro a la barandilla e intento respirar con calma. Y pienso que yo puedo, que yo debo, que ha llegado la hora. Consigo alcanzar la mitad del puente. Hay menos candados que la última vez. Busco el nuestro. Es el que más brilla y casi me dan ganas de echarme a reír. Busco en el bolso, saco una llave minúscula y lo abro. Lo arrojo al agua con furia, con la rabia que llevo años guardándome dentro. Observo cómo las aguas negras del río se lo tragan. Y me dejan de temblar las piernas. Y el corazón se me calma. Ya no siento martilleos. Sólo pequeñas patadas en el vientre que me hacen sonreír. Somos libres.


Texto: Rosa Muro @pink_wall


martes, 15 de octubre de 2013

ANDENES Y TESTIGOS

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Qué caprichoso es el tiempo, que se clava con ahínco, te atraviesa las costillas y se hace eterno cuando esperas. Y cómo se volatiliza,  a la velocidad de mil rayos, tan fugaces que apenas se alcanzan a ver, cuando quisieras pararlo más que otra cosa en el mundo.

Qué largo cuando te aguardo, ansioso tras los cristales, sabiendo que tu tren ya llega, aunque sólo queden minutos para tenerte conmigo y aún así a mí se me hacen siglos.

Cómo se escapa en cada beso, en cada abrazo enterrado entre los rizos de tu pelo, en cada adiós testigo de andenes, mientras siento la impotencia de no poder congelar ese instante, que ojalá fuera infinito.

Qué caprichoso es el tiempo, que poco a poco, a su paso, me ha convertido en quien soy. Que ha forjado mi carácter, me ha obligado a madurar y me ha enseñado a quererte. Porque a querer como es debido es el tiempo quien te enseña.

Caprichoso y obstinado. Pero sobre todo justo. Es él quien da y quien quita. El que concede deseos aunque no se hayan pedido. El que otorga las razones y pone a cada cual en su sitio. El que señala con el dedo a culpables, absuelve a inocentes y protege a desvalidos. El que desentierra verdades y vergüenzas, descubre secretos y aclara mentiras a gritos.

Qué caprichoso es el tiempo. Pero a la vez qué certero. Es el tiempo quien sentencia en cada juicio de vida. Él nos dirá si esto nuestro avanza sobre las vías. Si te seguiré esperando ansioso tras los cristales. Si este andén sonreirá al seguir siendo testigo de nuestras no despedidas. 



Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 7 de octubre de 2013

SOMOS ÁNGELES CAÍDOS

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Nunca ha creído en esas cosas. No es amiga de supercherías. Pero la curiosidad le quema. Y los ojos de la gitana le inspiran confianza férrea aunque no sabe muy bien por qué. Se decide a acercarse hasta la mesita de camping en la que tiene colocados todos sus enseres sobre una tela oscura estampada con soles y lunas. Está descolorida y tiene los ribetes descosidos por las esquinas. Huele a incienso y a romero.

La mujer le hace una seña con la cabeza para que se siente en la barquilla desgastada que hace las veces de taburete. Con gesto seco le pide que acerque su mano hacia ella.
Extiende la palma hacia arriba sobre la mesa y se queda muy quieta. Se miran fijamente, ella no se atreve ni a pestañear. No quiere que las sombras caprichosas que surgen del pequeño candil, única iluminación de la que disponen, la distraiga.

Tú has sufrido mucho, “mihija”. Me lo dice la línea de la vida. Has sufrido por familia, por dinero y por los hombres. Pero sobre todo has sufrido por desobediencia y rebeldía. Tú tienes cara de ángel, eres buena de nacimiento. Los demás te dicen que tus actos de bondad te guiarán hasta el Cielo. Pero tú no quieres cielos, ¿verdad? Tú lo que ansías es sentir la tierra y que la tierra te sienta a ti. Y para conseguirlo te has rebelado contra los mandatos que te dicta el destino. Te has negado a seguir sus directrices.

Reivindicas tu derecho a decidir por ti misma si abres una puerta o cierras una ventana. No quieres dejar nada al azar. El azar te cae mal. Porque el azar es el muro tras el que se escudan los cobardes. Y no quieres ser cobarde. Buena, pase. Cobarde, nunca. Y por eso tanto sufrimiento.

Aquellos que se dejan llevar no padecen, el destino decide por ellos. Tú, sin embargo, llevas el dolor marcado a fuego en el alma. Por negarte a dejarte arrastrar por la corriente de la vida. Por nadar con todas tus fuerzas hacia donde nace el río.

Tú tienes cara de ángel, “mihija”. Pero tú no eres un ángel. Tú eres un ángel caído. Y ahora que ya sabes esto, deja de sufrir. Porque lo que te ocurre es bueno, pese a lo que los demás puedan creer. No les escuches. Tú forjarás tu propio destino, te reirás del azar y marcarás tu camino.


Somos ángeles caídos.


Texto: Rosa Muro @pink_wall