lunes, 27 de enero de 2014

AUTOBÚS SIN PARADA

Fotografía: Fran Gala @erfran72

¡Saludos, pupiler@s! 

Esta semana emprendemos nueva aventura dando cabida a la colaboración de otros escritores diferentes de Rosa Muro (@pink_wall), brindándoles una de las fotografías de Fran Gala para que den rienda suelta a su imaginación y nos deleiten con nuevos relatos. Estas colaboraciones se repetirán el último lunes de cada mes. El encargado de romper el hielo es Carlos Font (@melmastia), estupendo con la pluma y gran amigo de la casa. ¡Gracias Carlos! Esperamos que disfrutéis de su pericia con las letras, de las que podéis seguir gozando en su blog: melmastia. Os dejamos con su historia.




Conozco perfectamente el momento en que ocurrió, mentiría si dijera que no. Lo llevo grabado en la retina, en la mente y en el corazón. Cada minuto que pasa me arrepiento de ello y me entran ganas de volver atrás, de retroceder en el tiempo y cambiarlo. Pero no puedo.

Muchas noches me levanto sobresaltado, sudado, jadeando y con el corazón desgarrado. En la oscuridad busco tu cuerpo, anhelando que el sueño haya sido eso, un simple sueño y que el roce de tu piel caliente me reconforte como tantas otras veces. Pero no, no ha sido un sueño, como confirma la inmensidad del vacío que hay en el lado derecho de la cama, al que me acerco, una y otra vez, intentando captar algo de tu olor, de tu fragancia, de tu esencia, que me devuelva otra vez al mundo de los sueños. Pero no lo consigo.

Por eso hoy, al verte en la parada del autobús el corazón me ha dado un vuelco y, cuando se han cruzado nuestras miradas me ha parecido ver un destello en tus ojos. Pero tras los cuatro segundos más largos de mi vida has bajado la cabeza, te has metido las manos a los bolsillos y has vuelto a mirar hacia el asfalto.

Y, ahora, ahí estamos, tú en la parada del autobús y yo dos metros detrás. Separados por un plano de Madrid, que se me antoja inmenso, como la ciudad. Tú deseando que no llegue el autobús, a la espera de que yo junte el valor suficiente para pedirte perdón. Y yo deseando que no llegue el autobús, intentando juntar el valor suficiente para pedirte perdón.

Pero el autobús llegará. Tú te irás a casa de tu amiga, con la que vives desde que te fuiste, a no contarle que me has visto, para no llorar de nuevo en su hombro, pues sabes que te volverá a decir que no te merezco, y yo a mi casa, a llorar por mi cobardía, por tu ausencia y por el error de besar a esa amiga tuya que, pese a acogerte en su casa, tampoco tiene las agallas suficientes para decirte que el sujetador que encontraste en mi casa era suyo, pues tampoco quiere perderte.


Texto: Carlos  Font (Twitter: @melmastia, blog melmastia)

lunes, 20 de enero de 2014

LA ASFIXIA

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Llegaste a mí como el oxígeno a un buceador en apuros. Como la primera gota de rocío a la flor suicida que decidió marchitarse al ponerse el sol. Apareciste y me cobijaste al abrigo de tus pestañas, que me abanicaban con un solo parpadeo y me aliviaban la asfixia en la que me mantenía sumida hasta entonces.

Nunca sentí la necesidad de preguntar de dónde venías, porque ya lo sabía. Procedías del otro lado de un arco iris de invierno. Ni siquiera en eso podías ser común. Viniste con una misión: remendarme las costuras que otros antes descosieron, con o sin intención. A mí me gusta pensar que lo hicieron de manera involuntaria.

La primera vez que te vi vestías una camisa blanca como los lirios. Olías a sábanas limpias tendidas al sol. Y a ilusión nueva. Viniste para templar mis noches y darle la vuelta a mi almohada por el lado frío en las madrugadas de estío.

Te marchaste de mí del mismo modo en que llegaste, de manera repentina pero de puntillas. Me dejaste huérfana de lirios. Se me reabrieron las costuras. Otra vez. Y la almohada volvió a sofocarme. Ahora tiene los dos lados ardientes por más vueltas que le dé.

Paso las madrugadas a los pies de tu balcón, esperando que, quizás, te des cuenta de que tomaste la decisión equivocada. Y el deseo de que te mueras por volver a abanicarme la asfixia me araña el pecho y se me aferra a los pulmones. Mientras tanto alzo la vista, con la esperanza vana de que enciendas una luz, de que me hagas una señal.  Y boqueo. Como un buceador en apuros. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 13 de enero de 2014

PIEDRAS MOJADAS

 
Fotografía: Fran Gala @erfran72



Nuestra historia no fue de amor. Nuestra historia fue de fuego. Nos quisimos con intensidad, con furia y con desgarro. Nos consumíamos entre llamaradas cada noche y resurgíamos cada madrugada. Así es como deben arder los amores de verdad, los auténticos, los que escuecen como sal en una herida abierta y producen cosquillas en el interior de los ventrículos a partes iguales.

Avivábamos el fuego con la ausencia. Tú te marchabas y yo te esperaba. Siempre volvías. Y el fuego nos abrasaba. Y te volvías a marchar. Así durante años. Cuando no te tenía jugaba a imaginarte. A veces pasaba tanto tiempo que te tenia que inventar. Fue el mar dictador quien decidió apagarnos por completo una noche de tormenta. 

Guardo las cenizas de nuestra hoguera en un tarrito de cristal con la tapa de color aguamarina. Le puse una etiqueta en la que puede leerse “lo nuestro”. De vez en cuando abro el tarro y aspiro su aroma. Huele a madera vieja, a piedras mojadas y a sudor de marinero. Huele a noches en vela esperando tu regreso junto a la orilla.

Ahora somos un recuerdo. Es el mejor título que se le puede dar al camino que recorrimos juntos. Nos merecemos ser un recuerdo de esos que envuelven el corazón y te obligan al suspiro y a la media sonrisa. De los que te transportan hasta aquel faro que debía guiarte de vuelta a casa y que hoy ni siquiera se enciende. Tal vez te esté guardando el luto. Como yo. Como lo nuestro.


Texto: Rosa Muro @pink_wall