martes, 14 de abril de 2015

TODO ES PARA SIEMPRE

Fotografía : Fran Gala @erfran72
 
 "Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos". 
 
(Eduardo Galeano)
 
 
Queridos pupiler@s:
 
Nos hemos resistido durante semanas a escribir estas líneas pero por motivos personales y profesionales nos vemos en la necesidad de dejar que La Pupila descanse.
 
Estos casi dos años cargados de fotografías, letras y sobre todo de vuestra inestimable compañía nos han aportado tantas alegrías y satisfacciones que nos faltan tinta y lentes para abrazaros a todos con el cariño y la intensidad que merecéis. Vuestro apoyo ha conformado el motor de este blog que nos ha hecho tan felices.
 
Os mandamos un beso virtual a cada uno. Este tiempo a vuestro lado ha resultado maravilloso. Gracias a todos de corazón. Os queremos.
 
 
 
Rosa @pink_wall y Fran @erfran72
 
 
 
P.D. Quizás algún día, quién sabe, entre caminos inciertos, paredes de piedra viva y recodos de alegría nos volvamos a encontrar. Porque todo es para siempre. 
 

 



lunes, 19 de enero de 2015

DURO Y FRÍO INVIERNO



Fotografía: Fran Gala @erfran72
Queridos pupileros:

Esta semana ha sido el texto el que primero ha llegado a nosotros. Nuestra amiga Nerea Ramos nos ha regalado unas letras muy especiales. Escribir es una forma maravillosa de canalizar emociones. Esta fotohistoria nace de una situación que por desgracia todos conocemos bien: la pérdida de un ser querido. Y estamos seguros de que muchos, tras leer estas líneas tan personales, sentiréis la esperanza de saber que el corazón que parece congelado sin remedio al final termina recobrando su temperatura. Es duro, pero se puede. El truco consiste en ganarle el pulso al invierno. Y en mantener el calor del recuerdo y sonreír.

Gracias Nerea.




Invierno, estación de recogimiento y reflexión. Momento para la necesaria relajación y el descanso. Si escucháramos a nuestro cuerpo nos daríamos cuenta de que nos pide más horas de sueño, relax y calor interior. Nos apetece meternos en nuestro hogar, retraernos en nosotros mismos y conservar la energía. La necesitamos.

Los deportes al aire libre, la naturaleza, la compañía… nos ayudan a dejar de lado la tristeza que a días o a ratos, como una ”nada” de una interminable historia,  parece que se apodera de nosotros y nos alivian livianamente el ánimo y ayudan a intentar mantenernos en pie.

Notar el frío en la cara y luego el aliento de una casa. Dar largas caminatas a paso rápido para entrar en calor. Abrigarse al salir y desabrigarse al entrar. Sentir una chimenea o un abrazo, la suavidad de una manta, largas conversaciones, tardes de lectura y tanto tiempo para reflexionar y conocerse a uno mismo…

Demasiado tiempo para pensar.

Tan duro, tan frío. Efímero pero incierto. Cómo alcanzar a recordar el calor, la luz del sol, la alegría. Cómo afrontarte, invierno. Solamente pensando que tienes fecha de caducidad. Sólo el tiempo conseguirá que tu heladora sombra merme y desaparezca hoy de mí. Y que abandone mi corazón.

Este año te has instaurado hace días para perdurar, eso sí, de algún modo, el resto de mi vida. No volveré a ser la misma que era hasta que llegaste de esta manera. Pero aprenderé a tenerte y a levantarme cada mañana soportando tu temperatura en mí.

Mi consuelo es pensar que ya queda menos para que, poco a poco, te hagas menos fuerte tú y más fuerte yo.



Texto: Nerea Ramos (profesora)

Podéis leer más trabajos de Nerea orientados a la comunidad educativa, tanto a pequeños como a sus progenitores, en el blog del centro que tiene la suerte de contar con ella como maestra: C.P. José Luis de Arrese de Corella.

lunes, 12 de enero de 2015

EL RÍO DE LUTO

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Ayer te dijimos adiós para siempre y hoy amaneció nublado. Siento una losa en el pecho que me aplasta las costillas. He despertado pensando cómo voy a hacer sin ti. La obsesión por el mañana me arrebata a jirones la serenidad que creí ya conquistada. Desasosiego que ensombrece un presente que creía más que dulce. Que me obliga a bordar conjeturas de diseño indescifrable, que me arroja a pensar escenarios que acaban en precipicio.

Ese no saber me angustia. Me atribula las mejillas mientras miro hacia el cielo y te busco. Viene cargado de nubes impregnadas de presentimiento. Abajo, en el río, las corrientes mantienen a las aguas negras prisioneras y las hacen bailar al son de una música sin murmullo. No sé si me paraliza más el terror o la belleza. Soy consciente de que llegados a este punto sólo hay una salida posible. Pensarte.

Cierro los ojos y atraigo hacia mí aquello que me dijiste justo antes de marcharte. Entre mis propios besos y los sollozos ajenos pude alcanzar a entender las palabras entrecortadas que me murmurabas desde tu lecho:

“Niña mía, no te aflijas. No te aferres al pasado. Te arrastrará a las profundidades del río si tú se lo permites. Mira hacia adelante. Las nubes negras terminan pasando, las bandadas de golondrinas se las acaban llevando con ellas. No temas a la incertidumbre. Nos hace aún más conscientes de que la sangre nos corre a borbotones por las venas. Nos mantiene la curiosidad ardiente y las ganas de saber más vivas. No adelantes vísperas. Saborea las aventuras que están por llegar. Este cielo de luto abrirá paso a la lluvia. Sal a la calle, baja a la orilla del río y déjate empapar. Porque cada gota que roce tu cuerpo será una lágrima de alegría que te envío al saber el futuro feliz que te espera”.

Se lo debo. Salgo a la calle y bajo al margen del río. Entonces rompe a llover.  Me arrodillo y dejo que la tormenta me cale hasta los huesos. Alzo la mirada al cielo y me brota del pecho la carcajada más grande que jamás nadie en el pueblo ha escuchado. Los nubarrones se esfuman y mi llanto aliviado se mezcla con las aguas turbias hasta convertirlas en manatial cristalino.  


Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 1 de diciembre de 2014

MÁS TRENES QUE MADRUGADAS



Fotografía: Fran Gala @erfran72


Acabo de ver pasar mi tren. O tal vez no haya sido en este mismo instante. Quizás haga ya un siglo desde que partió. No lo tengo claro porque no puse atención a su marcha cuando debí hacerlo.

Desde que lo vi salir vivo sumergido en una desorientación temporal. No sé cuándo es hoy, si mañana ya ha llegado, si el futuro existe o si simplemente me mantengo absorto en una ensoñación que me obliga a seguir adelante.

Siento miedo al intentar calcular cuánto tiempo hace que dejé partir el vagón al que sólo subió el que yo creía mi destino. Sólo recuerdo que su paso me sorprendió mirando embobado hacia otro lado. Y allí me quedé, anclado en al andén, sin capacidad de reacción. Desde entonces permanezco sentado en el banco de la estación. Creo que hace mucho tiempo de aquello porque me han crecido la barba, las uñas y la pena.

Me levanto con movimientos pesados y salto del apeadero a las vías con algo de dificultad. Me arrodillo frente a ellas. Ladeo la cabeza, la apoyo en uno de los travesaños e intento adivinar si se aproxima un tren nuevo. Los hierros incandescentes me marcan la mejilla para siempre. El dolor hace que, en un acto reflejo, me lleve la mano a la cara intentando adivinar el alcance de esa nueva cicatriz. Tengo la cara en carne viva y lo único que me arde es el pecho.

Tras explorar los estragos en mi rostro miro el mapa que conforman las palmas de mis manos. Por dejar pasar mi tren se me ha desdibujado hasta la línea de la vida. Por dejarlo ir, todas las fotografías que tomo desde la estación salen desenfocadas y en color sepia.

Benito, que lleva más de tres décadas de guardagujas, me dice al verme allí día tras día que no debería preocuparme. Que hay más trenes que madrugadas. Creo que haré caso de sus consejos. Al fin y al cabo no hay nadie en el pueblo que entienda más de asuntos ferroviarios que él. 

Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 24 de noviembre de 2014

NO ME ESPERES

Fotografía: Fran Gala @erfran72



No me esperes. No te recrees en los lodos del recuerdo de mis arrepentimientos. Ya no soy constante. Ni tan siquiera mantengo un atisbo de linealidad. Te empeñas en que volveré, negándote a aceptar que la constancia es, por fin, la más invisible de mis virtudes. No voy a regresar a ti.

No me esperes. No te marques días señalados ni lugares especiales. Deja ya de celebrar aniversarios, primeras veces y últimos abrazos. No pongas flores frescas en el jarrón ni me invoques en tu almohada para acariciarme el pelo. Ya es tarde.

No fabules. No sueñes con que un día me giraré buscándote entre el gentío, me arrancaré el corazón y te lo entregaré sin reservas de nuevo. No imagines que me abandonaré entre tus brazos otorgándote el perdón. Porque he crecido más allá de las nubes y no tengo intención de descender. Porque ya no soy quien era.

No me esperes. No me pienses en nuestro rincón favorito del jardín. No creas que llorarme allí a medianoche va a provocar cambio alguno. Me hiciste sentir la letra pequeña al final del contrato. Rescindo nuestra unión y te absuelvo de cualquier pecado.

Si acaso guarda una pizca de esperanza, la mínima posible. Pero no me esperes. Me mantengo al margen de la ley de lo esperado abriendo ojos propios y callando bocas ajenas. Mis decisiones ya no consienten la marcha atrás. Ahora marco mis propias reglas.

Ahora me quiero.


Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 17 de noviembre de 2014

LA SONRISA CONGELADA


Fotografía: Fran Gala @erfran72


Lucía una piel perfecta, bronceada en su justa medida y los ojos rasgados enmarcados por pestañas infinitas. Tenía un cabello largo y ondulado con reflejos dorados impecables y unas piernas eternas que hacían suspirar a quienes en secreto soñaban con ella. Se aparecía etérea a ojos de quienes la miraban. Se esforzaba hasta el agotamiento para proyectar esa imagen.

Sentía un rechazo carente de lógica hacia la sencillez. Pensaba que al presentarse ante los demás sin artificios sus defectos se tornarían evidencias. Creía firmemente que al adornar su aspecto y su actitud conseguía disfrazar inseguridades y miedos.

Pasaba horas enteras frente al espejo buscando imperfecciones que sólo vivían en su imaginación. Se preocupaba por arrugas todavía inexistentes y olvidaba que el surco que formaba su sonrisa  poseía más atractivo que cualquier lápiz de labios de precio inconfesable. Su propio reflejo sólo le devolvía una sonrisa congelada.

Llenaba de barroquismo sentimental el gran vacío que se negaba a admitir que sentía. Cuanto más retorcidas eran sus relaciones más se aferraba a ellas. Su mala suerte crecía en la misma proporción en que maquillaba su vida. Tuvieron que esfumarse su belleza, su juventud y el marido millonario con quien se casó pese a que no le hacía feliz. Tuvo que perderlo todo para encontrarlo todo.

Una noche, al saberse sola, sin un céntimo y con la piel ajada, se sentó frente al tocador. Comenzaron a brotar todas las lágrimas que no se había permitido derramar en el pasado. Su rostro se escondía tras capas de maquillaje que habían formado una máscara aparentemente imborrable con el  paso del tiempo. El llanto arrastró toda aquella pintura de guerra. Para su sorpresa ante ella se mostró un rostro sereno, surcado de pliegues, pero todavía hermoso.

Se le abrieron los ojos ya limpios hasta vislumbrar la clave. Había librado una gran batalla contra la visión que de sí misma tenían los demás. Una imagen enferma, distorsionada, que la mantenía confundida y la convertía en pobre de espíritu.  Le había costado más de siete décadas llegar a una conclusión tan simple como certera: En la sencillez reside la belleza.


Texto: Rosa Muro @pink_wall